Segundo envío de este newsletter y ya estoy haciendo cualquiera; sepan entender el retraso, el bicho maléfico tocó a mi puerta y lo que menos tuve fueron ganas de sentarme a escribir en la compu. Para el de junio ya no prometo nada, esto es una montaña rusa constante.
Dicho esto y ya recuperada, acá vamos pues!
EL HORNO
Pasó algo muy importante desde el envío anterior hasta hoy, y fue mi primer horneada de esmalte (y la segunda y la tercera). Mi idea era ir relatando todo los procesos que fuí atravesando hasta ahora en orden cronológico pero es difícil porque van sucediendo cosas a la vez. La verdad es que llegar al horno es el último eslabón, pero es el que en definitiva une todo lo anterior. Voy a empezar por la parte de la compra del horno así llego a las piezas esmaltadas y la actualización de la tienda online.
Mientras seguía tomando clases de torno pre pandemia, en paralelo ya tenía mi torno en el tallercito compartido (ya volveremos a esto en algún momento, a la compra del torno y a cómo llegué a tener un espacio propio para la cerámica), así que empecé a hacer piezas ahí, además de las de las clases, pero no tenía donde hornearlas. El horno cerámico es la herramienta más cara de este oficio y a la que le das mil vueltas antes de comprarla, pero en definitiva, la más necesaria para poder hacer pruebas y trabajar de forma autónoma. En ese momento yo recién me estaba acomodando en el taller, armando mi rincón de trabajo y buscando que sea cómodo y funcional, y no pensaba en comprarme ningún horno por varias razones: plata, espacio e ignorancia en el asunto. Era comprometerme mucho, y si bien era una actividad que me encantaba, siempre aparecía la duda sobre si iba a poder combinar el tiempo del taller con el trabajo que paga las cuentas. Así que durante casi un año, hacía mis piezas en el taller, las trasladaba todas envueltas en papel de diario o bolsas en una caja hacia el horno que alquilaba, unos días después las iba a buscar, las esmaltaba, las volvía a envolver y las volvía a llevar para su horneada final. Así hice varias tandas de piezas, y estaba dispuesta a seguir haciendo esos viajecitos a pesar de lo incómodo y riesgoso del asunto.
Sucedió que durante mayo del año pasado, en plenísimo ASPO en Buenos Aires (y mientras aún estábamos esperanzadxs y creíamos que esto se terminaba para la primavera), un día me decidí a comprar el horno. Pero no se emocionen porque no hay final feliz en ese momento: long story short, me contacté con dos proveedores y ambos me pasaron precios delirantes, y no sólo eso, sino que al par de meses volví a contactarlos y los habían aumentado un 30% en dólares! Así que tomé los petates de mi ilusión, y volví a alquilar horneadas a terceros, a la espera de aparezca algún horno usado. Le avisé a mis amigxs “del medio” que estaba en esa búsqueda para que estuvieran atentxs, y seguí trabajando en el tallercito. Un día Paz me pasó el dato de un horno Afra usado que estaba en venta, consulté con la dueña y me dijo que era trifásico y eso no me servía, así que lo dejé pasar. Durante ese tiempo empecé a probar trabajar con gres (hasta ese momento sólo había probado pasta blanca de baja temperatura) y me encantó, conseguí los esmaltes para gres en Mutá, y me dieron una mano también con una horneada de gres que pude hacer justo para fin de año, lo cual fue espectacular porque sumé esas piezas a otras que tenía, subí alrededor de 100 piezas a la tienda online (todo lo que hice durante el 2020) y las vendí casi todas, no lo podía creer: aprovecho y si me están leyendo, gracias enorme a lxs que compraron esos kosos porque me ayudaron a seguir haciendo más, son the best of the bestest.
Así que arrancó el 2021, yo ya empezaba a planear qué piezas hacer este año, y me pasaron nuevamente el dato del mismo horno que seguía en venta (después me enteré que había estado reservado por una ceramista de Salta, pero que no logró poder trasladarlo y por eso volvió a publicarse). No le dí mucha importancia porque ya sabía que no me iba a servir, pero de todos modos le volví a escribir a esa chica, y para mi sorpresa, la otra vez se había equivocado y el horno sí era monofásico y estaba impecable. Subidón total porque no pensaba hacer ese gasto en ese momento, pero después de hacer un poco de investigación (es decir, quemarle la cabeza a varixs con mis preguntas), lo reservé, y a los pocos días lo fuí a buscar.
Emocionadísima lo cargué en el auto y fuí directo al taller para dejarlo ahí, pero toda la alegría que tenía medio que se fue al tacho cuando una vez instalado ví que algunos ladrillos de la pared, los que tocaban la base, estaban partidos. Nada grave aparentemente, simplemente corría el riesgo de que al calentarse las resistencias, se deformen por no tener en algunas zonas el ladrillo que las contenía, pero como yo no sabía nada del tema, pensé que me había apurado, que no había visto ese detalle antes de comprarlo, que todo había sido un error de newbie, que había gastado un montón de plata en un horno que no servía y que ahora encima iba a tener que arreglarlo, y una larga cadena más de etceteras. Ese día por supuesto que hice mil averiguaciones. Una persona me dijo “te vendieron un horno roto, devolvelo", pero varias otras, además de tranquilizarme, me ayudaron a pensar la solución, y que no era nada tan complejo como yo creía: era cuestión de comprar uno o dos ladrillos y restaurar esos pedacitos rotos uniéndolos con una mezcla de caolín y agua. Y me dijeron que de verdad el horno estaba impecable más allá de ese detalle. Así que eso hice, mi compañero de taller me ayudó y lo arreglamos juntos, y un tiempito después ya estaba la instalación eléctrica hecha, el programador automático instalado, el hornito funcionando, y yo habiendo entendido que las cosas siempre tienen solución más allá del ahogarse en un vaso de agua inicial, y que es importante elegir qué voces escuchar cuando estás con algún problema. Una vez más, rodearte de gente que te acompaña hacia adelante y te ayuda a desdramatizar es la que va.
LA HORNEADA
Y así llegamos a la actualidad. Al día de hoy hice creo que dos horneadas de bizcocho que fueron super exitosas, y tres de esmalte de las cuales una no salió como lo esperaba (o sí, porque el problema estuvo en el esmalte transparente que usé y que ya intuía que iba a fallar: otra nota mental, si ya sabés que algo no va a ir bien, efectivamente no va a ir bien, mejor retirarse a tiempo y hacerlo de nuevo). Armé las curvas de temperatura y tiempo del horno con ayuda, y ahora estoy en pleno proceso de ir probando cual se ajusta mejor a lo que quiero ir haciendo. Digamos que con DAKOS nos estamos conociendo de a poco. Todo es probar, probar y probar, no es apto para ansiosxs! Pero es un desafío hermoso que se va renovando todo el tiempo y me dá mucha ilusión.
EL CHIVO
Momento del chivo: los kosos más lindos de estas horneadas ya están cargados en la tienda online para que pasen a chusmear. Hay cuencos y tazas, todo lo que se necesita en otoño para sobrevivir.
Estoy trabajando en piezas nuevas y sobre todo en armar una lista de materias primas para hacer una compra que me permita empezar a probar otras cosas, hacer pastas coloreadas, hacer un esmalte desde cero, etc. Todo esto me lleva tiempo porque tengo que ir entendiendo cómo funciona cada material, pero en eso estoy.
Gracias por llegar hasta acá y si tenés tu propia historia de la compra de tu horno cerámico, me encantaría que la cuentes en los comentarios :)
Un abrazo! XOXO!
Gaby.
SOBRE KOSOS
KOSOS es la identidad que le dí a este proyecto para explorar el oficio cerámico, un espacio propio donde me permito disfrutar, jugar, probar, equivocarme y siempre aprender.
La idea de este newsletter mensual (que puede mutar a quincenal si me entusiasmo) es pensar y reflexionar sobre el hacer cerámico a través de mi propio proceso de aprendizaje.
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PD. Mientras esperás el envío del próximo mes, podés seguirme en @kosos.ceramica para ver lo que hago día a día, y en kosos.ceramica.comdonde están mis piezas en venta.
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